El mismo maestro Julián Carrillo nos responderá a ello . . .
Recuerdo que hacia el año de 1920, siendo yo director del Conservatorio Nacional de Música, dispuso el rector don José Vasconcelos que permitiera yo al entonces joven Carlos Chávez que ensayara con la Sinfónica Nacional una composición suya cuyo título no recuerdo si era entonces Pobre patria mía o Sinfonía de la patria, obra que después se tocó en un concierto en el patio de la Secretaría de Educación Pública, el 16 de diciembre de 1923, en el cual dirigimos Juan León Mariscal su Allegro Sinfónico, Carlos Chávez su obra y yo, la Novena Sinfonía de Beethoven. Son curiosos lo títiulos dados por Chávez a uno de los tiempos de su obra: <<La lucha cruel y los impulsos heróicos cuando en nuestras almas el águila devora a la serpiente>>.
Hizo Chávez en aquella ocasión más de veinte ensayos sin lograr poder dirigirla. Su torpeza era manifiesta; un muchacho con medianos conocimientos lo hubiera logrado en dos ensayos.
Molesto ante la pérdida de tiempo que ello representaba para la orquesta le dije: <mire jovencito, creo que sería más práctico que primero estudiara un poco la dirección y luego siguiera con su obra>.
Informé al licenciado Vasconcelos en este sentido y Chávez nunca me lo perdonó. Por eso, cuando años más tarde, en 1928, supe que iba dirigir una gran orquesta sinfónica, la Orquesta Sinfónica de México creí que era un gran error.
Me parece que viene al caso narrar esta anécdota por que creo que ella fue el origen de todo su antagonismo hacia mi persona, que no lo abandonó en toda la vida, y aún la legó a sus discípulos ».
Julián Carrillo (Marzo 1965)