El Solfeo es la base misma para el estudio de la música, y por lo mismo, los métodos de esta materia deben ser lógicos, claros y que correspondan íntegramente al precepto pedagógico de « ir de lo conocido a lo desconocido »; además modernizarlos de tal modo que el aprendizaje de la música sea un deleite para el espíritu.

Desgraciadamente no es así, pues la mayoría de los métodos de solfeo están muy lejos de ajustarse a los preceptos humanos y pedagógicos, por que a veces quienes los escriben carecen de la necesaria cultura musical y, por ello, acuden a pedanterías que ponen de manifiesto sus deficiencias.

Todo ello es en perjuicio de los estudiantes, de lo cual son responsables no sólo los autores de esos libros, sino quienes permiten que esas enseñanzas se impartan en los institutos musicales, lo que ocasiona que la juventud pierda los mejores años de su vida.

La pedantería se manifiesta claramente en quienes emborronan tanto papel al emplear procedimientos absurdos que jamás se han usado ni se usarán, como es, entre otros, el cambiar las llaves en cada compás, aberración que venía en un libro de solfeo que se enseñaba en el Conservatorio Nacional de Música de México. . . y además existe una teoría elemental de la música en la que hay un ejemplo con una llave diferente para cada nota y los infelices estudiantes, incapacitados para comprender semejantes desvaríos, pueden llegar hasta suponer que el autor de ese librejo posee una gran sabiduría.

Otros se complacen en llenar sus libros de signos y más signos, en vez de ir sencillamente al fondo del problema: enseñar a entonar y medir los sonidos.

Los defectos generales de los métodos de solfeo se resumen en los siguientes considerandos:

Primero: Que presentan simultáneamente seis problemas muy difíciles para los principiantes. Helos aquí:

I.- Emplear un papel especial con un rayado de cinco líneas horizontales que jamás habían visto.

II.- Emplear unos signos llamados llaves, que tampoco conocían.

III.- Leer unos círculos llamados notas también desconocidos.

IV.- Entonar sonidos que carecen en lo absoluto de sentido melódico y que también les son extraños.

V.- Indicar la duración de los sonidos con figuras que nada dicen al sentido del cálculo.

VI.- Marcar con la mano el compás, lo que necesita especial atención y les es igualmente desconocido. Para realizar estos seis problemas tienen que intervenir mentalmente diversas facultades, o sea: la vista, para las cinco líneas horizontales; la memoria, para grabarse la forma de las llaves y las notas; el oído, para entonar esas notas con diversos intervalos; el cálculo, para la duración de los sonidos y, por último, la mímica, para marcar el compás.

Para modernizar y simplificar estos problemas tan difíciles del solfeo, la revolución del Sonido 13 desecha desde su base todos los procedimientos anticuados y los sustituye por otros más de acuerdo con los progresos que se realizan en nuestra época, en las ciencias y las artes.

¿Cómo lo ha logrado? He aquí los medios: evitando el empleo del papel especial con cinco rayas horizontales, y en vez de ello servirse del papel rayado ordinario que los niños conocen desde el kínder.

Segundo: Suprimiendo las llaves, pues en la nueva escritura no son necesarias.

Tercero: Acabando con los círculos para indicar las notas supuesto que basta para ello con doce números, del cero al once, que todos conocemos desde la primaria.

Cuarto: En vez de entonar sonidos desconocidos que nada dicen melódicamente, cantar la melodía del Himno Nacional que todos llevamos dentro de nosotros, y en la cual se ponen de manifiesto las diferencias de alturas y duración entre unos y otros sonidos.

(Con esto se logrará además algo de trascendencia nacional: que toda la juventud lleve, como estereotipada en su cerebro, la melodía de nuestro canto patrio.)

Quinto: Para marcar el compás en vez de hacerlo con la mano, lo que necesita especial atención, con signos aritméticos que indican en cada sonido su duración.

La revolución del Sonido 13 invita a los autores de métodos de solfeo y a los directores de institutos musicales a que mediten largamente acerca de la gran responsabilidad que contraen al impartir enseñanzas ilógicas y rutinarias, que no corresponden a la época en que vivimos.

Mi revolución musical, al hacer todas estas consideraciones, cumple con los postulados de enriquecer, purificar y simplificar la música.

Una vez más diré cuánto lamento que la frase que escribiera Félix Clement, « En música todo cambio es un error », encuentre en esta época mentalidades fosilizadas que la compartan.

Para terminar mencionaré, en cambio, el gravísimo cargo que hizo Juan Jacobo Rousseau a ciertos profesores de música, cuando pone en sus labios estas palabras: « Si a nosotros nos costó tanto trabajo aprender la música, ¿por qué hemos de hacerla fácil para los demás? »

Qué fortuna que ese cargo no afecte a mi revolución musical del Sonido 13, pues en mi Método racional de solfeo fueron estampadas estas palabras desde el año de 1941: « Obligación nuestra es facilitar la tarea a los estudiantes de música de las generaciones que nos sucedan. »

Julián Carrillo (Diciembre 1962)