En el sentido idiomático, « metamórfosis » o « metamorfosis » significa transformar una cosa en otra. Por esta causa adopté tal término para designar las transformaciones melódicas, armónicas y rítmicas, a que pueden someterse las composiciones musicales.
Con lo dicho será bastante para comprender que lo que mis « Leyes de metamorfosis » significan en los dominios del arte musical es justamente lo que en el sentido idiomático se entiende por metamorfosear: transformar una cosa en otra.
Son éstas de tal magnitud y las transformaciones que efectúan tan fundamentales, que estoy absolutamente seguro que ningún compositor, por grandes que sean sus conocimientos en materia musical, podrá reconocer sus propias composiciones al oírlas, una vez que se les haya aplicado las leyes que aquí expongo.
Desde antes de Juan Sebastián Bach, existía ya el canon por « aumentación » y « disminución », pero afectaba únicamente la velocidad o la lentitud de un tema, haciendo más aprisa o más despacio una melodía, lo que nada tenía en el fondo que pudiera sugerir la metamorfosis como yo la entiendo: pues la modificación era fácilmente reconocible.
Innecesario me parece decir que cuantas modificaciones se hicieron a los temas antes de que existieran estas « Leyes de metamorfosis » se agregaron o quitaron notas a las melodías, o sea que la mentalidad de los compositores estaba dominada por la idea de escribir temas con variaciones, idea absolutamente excluída de mis Leyes, pues la característica de ellas es que jamás se agrega ni suprime ninguna nota a las composiciones originales metamorfoseadas.
Para dar una idea lo más exacta posible de estas « Leyes de metamorfosis », acudiré a un símil: todos sabemos que en la fotografía puede quedar grabado un objeto en diversos tamaños, y que nuestro ojo tiene la facultad de reconocer inmediatamente las amplificaciones o disminuciones que en el tamaño del objeto se efectúen. El oído –
Julián Carrillo (Diciembre 1962)