Causará extrañeza que después de cuarenta y tres años me ocupe de las actividades de la Orquesta Sinfónica Nacional, que estuvo a mis órdenes en aquella época y que escribió páginas de honor en la historia de la música en México; pero hace unos cuantos días, hojeando una vieja revista llamada Nuestra música,  editada en esta ciudad por los señores Jesús Bal y Gay, Carlos Chávez, Blas Galindo, Rodolfo Halffter, J. Pablo Moncayo, Adolfo Salazar y Luis Sandi, leí un artículo firmado por el señor Carlos Chávez bajo el título de “La Sinfónica Nacional”, en el cual hace historia desde la época en que la dirigió el maestro don Carlos J. Meneses, pasando por su inmediato sucesor don Jesús Acuña y por la actuación del maestro Manuel M. Ponce, para decir más tarde, textualmente, que “La tercera breve y desconectada etapa de la Sinfónica Nacional, encargada entonces a Julián Carrillo, durante el ministerio emprendedor y pudiente del licenciado José Vasconcelos, estableció un nuevo régimen. La orquesta no trabajó en permanencia durante todo el año y celebró pocas y esporádicas temporadas durante su breve existencia”, y agrega párrafos adelante: “La Orquesta Sinfónica de México se fundó tres o cuatro años después del último fracaso de la Sinfónica Nacional. . .”

Como evidentemente el señor Chávez califica de fracaso a la Sinfónica Nacional cuando estuvo a mi cargo, daré a conocer algunas de sus numerosas y brillantes actuaciones en el corto período en que la dirigí.

Recibí la Sinfónica en las postrimerías del gobierno del señor presidente don Venustiano Carranza, en un estado de desprestigio absoluto, tanto que al primer concierto que dirigí asistieron únicamente cinco o seis, aunque distinguidísimas, personas; ellas fueron: el rector de la Universidad, don Natividad Macías, los eminentes don Antonio Caso y su hermano Alfonso, el maestro Luis G. Saloma, don Vicente Lombardo Toledano y el culto escritor don José M. González de Mendoza, quien decía hace unos cuántos días que jamás le ha causado mayor impresión la Quinta sinfonía  de Beethoven que en aquella ocasión.

Era penoso ver el desinterés del público de México por nuestra orquesta. De inmediato me dediqué a trabajar intensamente para reconquistarlo, formando programas con obras de un solo autor, con tan buena fortuna que a las pocas semanas ya asistían a los conciertos numerosas personas, aumentando el entusiasmo de tal modo que hasta se llegaron a vender, además de todas las localidades del Anfiteatro Bolívar de la Escuela Nacional Preparatoria, cuatrocientos ochenta boletos sin asiento,  de cuyos actos conservo fotografías.

En 1920 organicé el primer Festival Beethoven que hubo en México, con programas formados a base de sus nueve sinfonías y con un coro de trescientas voces para la Novena,  lo cual requirió un trabajo intensísimo de seis meses de ensayo para garantizar el éxito, y el solo anuncio despertó tal entusiasmo que antes de efectuarse el primer concierto de la serie ya se habían agotado todas las localidades, no ya de la Preparatoria, sino del Teatro Principal de esta capital. En vista de ello anuncié un segundo Festival, cuyo boletaje también se agotó y en un concierto extraordinario, en el que se tocó la Novena Sinfonía  en el patio de la Secretaría de Educación Pública (que no estaba dividido por la escalera como actualmente), asistieron catorce mil personas,  caso insólito en la historia de los conciertos sinfónicos en México.

A este respecto, la prensa europea comentó el acontecimiento.

En el Birmingham Post,  de Inglaterra, de fecha 27 de diciembre de 1921, se lee lo siguiente en su sección de <<El Mundo Musical>>: “No asociamos el nombre de México con cultura de alto grado. Tenemos generalmente la idea –errónea, desde luego- de que las luchas de partido de uno y otro bando ocupan la imaginación de los mexicanos, con exclusión de cualquiera otra cosa.

Agradezco de un modo especial la presente oportunidad al cónsul de México, señor Gustavo Schurhoff, quien me ha enviado algunas fotografías demostrando el aspecto del teatro de la ópera en la ciudad de México durante la serie de conciertos Beethoven; el espectáculo es emocionante, yo no he visto nada semejante en Birmingham, Inglaterra.”

La Libre Belgique  de Bruselas, dice, al referirse a la Orquesta Sinfónica Nacional, “El público de México ha llegado a un grado de cultura y comprensión ya elevada, gracias sobre todo al director de la Orquesta, Julián Carrillo, músico y compositor de gran talento y lleno de celo por el desarrollo musical de México y su Conservatorio.”

Así siguió ascendiendo siempre la calidad y el prestigio de nuestra orquesta, tanto que cuando vino a México el eminentísimo pianista Leopoldo Godowsky considerado como el mejor del mundo en su época, tocó un concierto con el acompañamiento de la Orquesta Sinfónica Nacional, quedando tan extraordinariamente complacido con el resultado artístico, que al salir del escenario expresó su entusiasmo con las siguientes palabras: “¡Magnífico, la orquesta estuvo mil veces superior a la Filarmónica de Nueva York;  y usted, mejor, mucho mejor, que el director de ella!”

De esas temporadas de conciertos la prensa escribió ampliamente. Tomamos el periódico L’Echo Francais,  en su número correspondiente al 20 de noviembre, lo que sigue: “El señor Julián Carrillo sigue ofreciéndonos programas tan interesantes como nutridos. En el último concierto que dirigió en el Teatro Iris, el conjunto de la ejecución de las obras fue absolutamente perfecto.  Empezó con la Primera Sinfonía  de Beethoven, que la admirable orquesta sinfónica supo matizar mejor que cualquiera otra orquesta. La interpretación fue brillante, ningún detalle escapó al auditorio y fue neta, precisa y de una presentación que parece natural a esta falange de virtuosos.”

En otro de sus números dice el mismo periódico: “El concierto dado el domingo por la Orquesta Sinfónica Nacional fue notable; laSinfonía en Do mayor  de Mozart, conocida con el nombre de Júpiter,  fue ejecutada a la perfección por la orquesta. Julián Carrillo tiene ahora dominio completo sobre sus ejecutantes y les ha hecho convertirse en un conjunto impecable, con un sentido de matización incomparable. La Scherezade  de Rimsky-Korsakof tuvo un éxito enorme. La orquesta de Carrillo y sus interpretaciones son dignas de ser oídas y aplaudidas en cualquier capital europea.”

Con ese motivo, un discípulo de Nicolás Rimsky-Korsakof, que se encontraba en México, después de oír la Scherezade  en uno de mis conciertos, me escribió una carta fechada el 28 de julio de 1921 y que dice lo siguiente: “Maestro Julián Carrillo. Presente. Muy respetable maestro: Usted sabe perfectamente que fui discípulo de Nicolás Rimsky-Korsakof y de Sergei Tanaiev, pues por varias circunstancias especiales viví veinte años en Rusia donde terminé mis estudios. No debo ocultar que estando yo en varios países de Europa continuamente oía noticias

malas sobre el estado del desarrollo musical de México (no hablo del género ligero, que no considero por ser música, sino por una bofetada al arte) y llegué sin esperanzas de encontrar un centro musical clásico. . . En fin, enteramente desilusionado. De repente vi en la prensa que la Orquesta Sinfónica de México, bajo la dirección de usted, se propone tocar uno de los puntos culminantes de mi inolvidable maestro Rimsky, la Scherezade.  Comprenderá usted cuál fue mi sorpresa leyéndolo y más cuál fue mi asombro cuando lo vi empezar a dirigir esta obra dificilísima, toda de memoria, yo no sabía dónde me hallaba, verdaderamente me parecía que resucitó mi maestro y vino a enseñarle los secretos sublimes de la ejecución de su obra. Inmediatamente me acordé de todo lo que me decía él acerca de la Scherezade  y cada nota nueva me asombraba más, pues exactamente lo que me decía Rimsky sintió usted con su imaginación musical. La obra dio un resultado magnífico las dos veces  y su inspirada interpretación bajo su batuta. Como discípulo de Rimsky-Korsakof y como músico mexicano, que sintió la verdadera gloria al ver que en México existen hombres que pueden poner la música a tal altura como usted la pone. Con el mayor testimonio de mi admiración y amistad, quedo siempre su afectísimo, atento servidor y amigo. Jorge Villordo.”

Después creí que la Sinfónica, pagada con los fondos de la Federación, debía ir a los estados de la República y efectué la primera gira que hizo nuestra orquesta por el país sin ningún subsidio oficial extraordinario.

He dejado, para terminar, el lugar de honor a las palabras del C. presidente de la República, general don Álvaro Obregón, quien tuvo la gentileza de elogiar, en su informe oficial ante el Congreso de la Unión el 1º de septiembre de 1921, las labores de la Orquesta Sinfónica Nacional en los siguientes términos: “La Orquesta Sinfónica Nacional ha dejado oír una serie de brillantes conciertos clásicos en la ciudad de México, y después ha emprendido una gira por los Estados tocando doce conciertos con éxito extraordinario en las ciudades de San Luis Potosí, Tampico, Monterrey, Saltillo, Aguascalientes y Querétaro.”

Ni una palabra más es necesaria para demostrar que la Orquesta Sinfónica Nacional, bajo mi dirección, realizó una labor fecunda y que seguramente en esta ocasión el maestro Carlos Chávez estuvo mal informado y creo que las palabras de nuestro Presidente y las del eminente Godowsky, declarando que nuestra sinfónica era superior a la Filarmónica de Nueva York,  le causarán tanta satisfacción como a mí.

Debo decir que todos los datos que transcribo constan en el informe oficial que rendí a la Secretaría de Educación Pública acerca de mi labor y que allí deben existir seguramente.

Julián Carrillo (Octubre 1964).