La revolución musical del Sonido 13, que surgió del experimento realizado en esta ciudad de México en el año de 1895, ha invadido campos insospechados.
El primero de ellos fue cuando, con todo respecto, quiso purificar ante la física los intervalos que resultaron con los nuevos sonidos y, con gran sorpresa, empezó a darse cuenta de que los intervalos marcados por los físicos como tonos y semitonos no correspondían a la verdad musical.
Entonces empecé tímidamente a analizar la escala diatónica que presentan los físicos con las siguientes fórmulas matemáticas:
9/8, 10/9, 16/15, 9/8, 10/9, 9/8, y 16/15
En primer lugar encontré que, con rara unanimidad, los físicos marcan tonos desiguales en esa escala, lo que no es verdad musical; pues en la música todos los tonos son iguales, y si los físicos tuvieran razón, entonces habría que abandonar las composiciones de Bach, Haydn, Mozart, Beethoven, y cuantas se han escrito después, incluyendo las de Stravinsky y Schoenberg, pues ninguno de ellos escribió sus composiciones con tonos desiguales.
Esta simple consideración basta para demostrar que la escala de los físicos nada tiene que ver con la de los músicos.
Semejante cargo, hecho por la revolución del Sonido 13, exige una inmediata comprobación.
El tono musical es uniformemente 1.122 y los dos marcados por los físicos son 9/8 igual a 1.125 y 10/9 a 1.111, lo que demuestra que el primero excede al tono musical y el segundo es mucho menor que él.
El caso de los semitonos marcados por los físicos es semejante al de los tonos que hemos analizado, pues ellos marcan como semitonos musicales las fórmulas matemáticas 25/24 y 16/15.
El semitono musical es 1.059 y el 25/24 es tan pequeño, 1.041, que para completar un tono se necesitan tres intervalos de 25/24.
He aquí la comprobación: tomando como base el Do de 256 vibraciones por segundo, el Re de los propios físicos tienen 288 vibraciones por segundo. Ahora bien, 25/24 sobre 256 v.p.s. son 265 v.p.s. y otro intervalo sobre 266.5 llega a 277.5.
En consecuencia, si el 25/24 fuera verdaderamente el semitono, bastarían dos de estos intervalos para completar el tono, pero esto no es así, pues se necesita un tercer intervalo de 25/24 sobre 277.5 para llegar a él, excediendo únicamente una vibración.
Penoso es decir que los físicos con ese su semitono 25/24 están indicando casi tercios de tono en vez de mitades, sin, al parecer, darse cuenta de ello.
Debo decir, desde luego, que este cargo no es para los físicos de México, no, pues en igual error han caído cuantos autores de física han llegado a mis manos, con la agravante de que el autor tan justamente respetado como maestro de maestros en física musical, Helmholtz, cometió seis errores seguidos al marcar los seis intervalos que forman la escala por tonos con la fórmula 9/8, 9/8, 9/8, 9/8, 9/8, 9/8, pero con la perspicacia indicó que la octava quedaba alta, sin preocuparse de buscar la causa de ello, y lo que en realidad resulta es que con esos seis intervalos de 9/8 todos los tonos quedan fuera de su lugar.
Una vez hecho ese somero análisis de las escalas marcadas por los físicos, me ocuparé del mismo problema en el campo de la música.
Los músicos no hemos sabido, en siglos y siglos, cuál es el origen de la escala diatónica mayor, que es la base misma de nuestro arte.
En los conservatorios se enseñan, al respecto, fábulas y leyendas, y por más que la humanidad frecuentemente idealice las leyendas y las fábulas, en materia técnica hay que abandonarlas para ir en busca de la verdad, hasta donde es posible a los hombres encontrarla.
Unos autores dicen que la escala diatónica mayor se formó con dos tetracordios: Do, Re, Mi, Fa y Sol, La, Si, Do.
Otros dicen que se encuentra en la escala de los armónicos; error inconcebible, pues no se han dado cuenta que en esa gama no existen lo intervalos de tono y semitono que se practican en la música y menos aún en el orden de escala.
También se dice que la diatónica es el resultado de la resonancia de los cuerpos sonoros, y tratan de explicarlo diciendo que basta una sola nota, más su quinta y su cuarta, para formarla, lo que explican en esta forma: tomando como base la nota Do, sus cinco primeros armónicos son Do, Do, Sol, Do. Mi, de donde se dice resultan los sonidos Do, Mi, Sol; en seguida, teniendo como base la nota Sol, se producen los armónicos Sol, Sol, Re, Sol, Si, de los cuales se toman los sonidos Sol, Si, Re, y, por último, con la cuarta Fa, por base y sus primeros cinco armónicos, Fa, Fa, Do, Fa, La, resultan los sonidos Fa, La, Do, que completan las siete notas de la escala diatónica. Ésta es una teoría insostenible, cuya artificialidad es manifiesta.
La verdad histórica es que la escala diatónica mayor nació hace veintiséis siglos, cuando el insigne músico griego Terpandro conquistó los sonidos Mi y Si, los cuales, agregados a los cinco de la escala pentafónica de los chinos, Do, Re, Fa, Sol, La, formaron nuestro Do, Re, Mi, Fa Sol, La, Si.
Cuántos esfuerzos inútiles se hubieran ahorrado a los estudiantes de música de los Conservatorios, diciéndoles el origen histórico de esta escala, en vez de enseñarles fábulas y leyendas.
Veamos ahora, si en cuanto a los tonos y los semitonos los músicos están más cerca de la verdad que los físicos.
¿Qué son tono y semitono, según los músicos? Una de las teorías que más se enseñan en Europa y América nos dice: “Los grados o notas de la escala no guardan igual espacio entre sí: entre unos la distancia es mayor, y entre otros es menor. La distancia mayor se llama tono. La distancia menor se llama semitono.”
¿Se sabrá con esto qué es tono y semitono? Seguramente que no.
Urge, pues, por el decoro de músicos y físicos, que enmendemos nuestros errores, pues además de los falsos tonos indicados por los físicos, y que ya analizamos, el 9/8 y el 10/9, hay en ese campo tratadistas que indican hasta cuatro tonos distintos: 8/7, 9/8, 10/9 y 11/10.
Ahora bien, 8/7 es igual a 1.142; 9/8 igual a 1.125; 10/9 a 1.111 y 11/10 a 1.1; y siendo, como sabemos ya, que el tono musical es 1.122, ningún esfuerzo es necesario para comprobar este cuádruple error de los físicos.
En resumen, ni músicos ni físicos saben lo que es tono; y para unos y otros la revolución musical del Sonido 13 se complace en indicar, no solo los llamados tonos y semitonos musicales, sino también los tercios, los cuartos, quintos, sextos, séptimos, octavos, etcétera, hasta los dieciseisavos de tono, cuyas fórmulas matemáticas son: Tono = 1.122462; semitono = 1.059463; tercios = 1.039259; cuartos = 1.029293; quintos = 1.023373; sextos = 1.019450; séptimos = 1.016640; octavos = 1.014545; novenos = 1.012908; décimos = 1.011619; undécimos = 1.010557; dozavos = 1.009739; treceavos = 1.008926; catorceavos = 1.008285; quinceavos = 1.007730; dieciseisavos = 1.007246.
Por tal causa, la revolución del Sonido 13 ha anunciado para este año de 1961 dos grandes acontecimientos; uno, empezar una intensa cruzada para purificar la pedagogía musical. Urge que México tenga un instituto especial a base de las conquistas del Sonido 13.
Hubo un momento en el cual pudo haberse realizado este ideal, pues cuando se tocó mi poema sinfónico Horizontes en Washington, dirigido por Leopoldo Stokowski, el éxito fue tan grande, que un caballero que asistió al concierto me dijo que en un país como los Estados Unidos, en el cual se habían gastado millones de dólares para la construcción de la bomba atómica, elemento destructor, muy fácil sería que se cooperara con dos millones de dólares, o sean 25 millones de pesos, para el desarrollo de mi nueva música, que tan profundamente penetraba en el alma humana. Agradecí aquellas palabras y las tomé como un simple cumplido; y no fue sino hasta meses más tarde que supe que quien me las dijo era el director del Eximbank.
¡Cuánto se hubiera hecho con esos millones! Tendríamos ya un magnífico instituto musical a base de las nuevas teorías; habría un gran laboratorio para investigaciones acústicas; una gran orquesta sinfónica del Sonido 13, que sería única en el mundo; magníficos cuartetos de instrumentos de arco y grandes conjuntos corales; grupos de instrumentos de madera, de metal y muchas cosas más. . . Con todo seguiré en mi tarea, ya que todo ideal exige sacrificio, haciendo cuantos esfuerzos sean necesarios para el ennoblecimiento del alma humana por medio de la música de México.
El otro acontecimiento será que el mundo reciba el mensaje de la música del Sonido 13, pues he grabado ya catorce de mis composiciones en París con la casa Philips, la Orquesta Lamoureaux y eminentes solistas franceses; y dentro de breves días salgo otra vez al viejo mundo a continuar mi grata labor. Así empezará a hacerse realidad la Nueva Era Musical de que habló Stokowski, y que surgió de la revolución, fruto de la espiritualidad de México.
Julián Carrillo (Abril 1961).