A mediados de la década de los ochentas hubo, en el Museo Nacional de Arte una exposición de pintores mexicanos, que pacientemente veíamos la familia de mi maestro Oscar y yo, y sucedió que, cuando al visitar la sala principal del museo, se encontraba afinando el piano de cola un afinador que nos llamó la atención pues era invidente, de tal manera que permanecimos en silencio al lado del piano hasta que terminó su labor.
Inmediatamente después de terminar interpretó brillantemente una obra de Juan Sebastián Bach; ¡qué espectáculo tan maravilloso!
Una vez que hubo guardado su material de afinación y dispuesto a partir preguntó que quién iba a tocar ese día, a lo que de inmediato le respondieron: José Antonio Alcaraz, maestro.
¡Y para José Antonio Alcaraz me hacen afinar un piano de esta categoría! ¡No es posible!
Tal fue la contestación del iracundo maestro afinador de piano, y con justa razón, pues los que hemos escuchado “la música de Alcaraz” sabemos cómo se las gastaba con sus “composiciones”. Así que salimos la familia de Oscar y yo dándole la razón al maestro afinador y comentando que cómo era posible que sucediera esto en el ambiente musical de México, sobre todo yo, era el que más protestó ese día.
Sin embargo, debido a las irracionales imposiciones de las autoridades inculturales de nuestro México, que siguen igual hasta la fecha y son los mismos, había que soportar continuamente a “compositores” de la calaña de Alcaraz, y Alcaraz era el que en ese tiempo estaba de moda, por lo que no pasó mucho tiempo para volver a oir a Alcaraz, sólo que ahora, para su nuevo “concierto” tuvo el cinismo de acudir a la señorita Dolores Carrillo para que le prestara el arpa de 16avos de tono para “efectos especiales”, y así fue. . . le prestaron al nene juguete microtonal para su función.
En ese tiempo estudiaba yo con los Pianos Metamorfoseadores Carrillo y llegué a la casa del maestro una tarde, recibiéndome la señorita Carrillo muy cordialmente, como siempre y diciéndome: “Señor Nava, quiero pedirle por favor que vaya a la Sala Ponce de Bellas Artes y le afine el arpa de 16avos de tono al señor Alcaraz.”
Y ahí fui inmediatamente, a afinarle el arpa de 16avos de tono al señor Alcaraz. . . . . . .

Armando Nava Loya (Febrero 2009)